La muerte de los amantes
   
  Tendremos regios lechos perfumados,
Y hondos tálamos, como sepulcros,
Flores extrañas, dispersas en las mesas
Estallarán, ya nuestras, en cielos más templados.

Avivando hasta el límite los últimos ardores
Serán dos llamas nuestros corazones
Que con raras luces iluminarán
Nuestras almas, que gemelas, vagan.

Y, al fin, en un crepúsculo rosa y azul místico
Intercambiaremos un último relámpago
Como un hondo sollozo, pletórico de adioses.

Y más tarde, un Angel, entreabriendo puertas,
Reanimará, constante y jubiloso,
Turbios espejos y las muertas llamas.
 
 
 

  Amor eres alto,
Yo no puedo alcanzarte,
Pero si fuéramos dos,
Quién sabe, nosotros,
Por turno, en el cimbronazo,
Ducal, por fin, podríamos hallarte.
Amor, eres profundo,
Yo no puedo penetrarte,
Si fuéramos dos
En vez de uno
Remero y barca, en un mismo verano,
¿tal vez alcanzaríamos el sol?

Amor, te cubren con un velo.
Muy pocos te ven,
Sonríe y excítate, habla y muere.
Sería un disparate sin ti la felicidad
Llamada por Dios eternidad.

Todas las cartas que puedo escribir
No son cartas como éstas,
Sílabas de terciopelo,
Frases de felpa,
Profundidades de rubí, invioladas,
Oculto, labio, para ti,
Escribirlas era un susurro de ave,
Que llegó sólo a mi.

Miel de una hora
Nunca entendí tu poder.
Prohíbeme
Hasta que
Mi más pequeña dote
Mi flor, no conocida
Sea merecida.